miércoles, 22 de septiembre de 2010

DESNUDA LA DOÑA CUAJA, LA MAJA? (Otra vista)



Garbosamente miraba Don Mariano del Mar y Olasaltas las ligeras pinceladas, casi las últimas, que inspiradas por la luz detallaban artísticamente, la figura opulenta, bien dispuesta y armoniosa sobre el diván.
La mujer con aparente expresión absorta sabíase admirada en su bella corporeidad y su elegante altivez de dama, considerada en la corte de Fernando VII.
Iniciábanse los años de 1.800 y ya era usual ese estilo de pintura: la mujer siendo ella misma, bella, insinuante, amplia, orgullosa,..
El pintor concentrado en su quehacer artístico, sin apartar la mirada del cuadro retrocedía unos pasos, sólo los suficientes para tener completamente bajo su observación las dos imágenes: a la dama y su copia al óleo. Los miró comparándolos y como acto final firmó con un gesto de satisfacción: GOYA
Don Mariano del Mar y Olasaltas atrevióse a estas alturas a expresar su profunda admiración a la belleza captada tan magistralmente, como tributo a la dama; ya que no era bien visto dirigirle la palabra a la duquesa y menos aún haber hecho presencia en el atelier sin anunciarse como era debido, así que para disculpar su atrevimiento se deshacía en elogios al artista:
…“Cómo ha logrado usted expresar tan fiel y bellamente el ambiente que rodea a tan inestimable modelo? ….Seguramente le han llevado años lograr esa técnica tan delicada de luces, colores y transparencias…”
A la vez que lanzaba sus elogios unos tras otros, se movía ampulosamente por el salón dedicado al trabajo del maestro pintor…el cual había sido decorado en forma tan prolija que recordaba los inicios del barroco…los tapices lograban apaciguar sus nobles pisadas, en tanto los cortinajes pretendían a su vez apagar los fuertes latidos de ese corazón tan vehementemente enamorado.
La dama en cuestión poco a poco fue tomando la posición real, natural, bajó los brazos y con ellos se acercaron una a la otra las grandes y firmes tetas, que más grandes se veían al integrarse la visión a su cintura de púber.
Deslizó la pierna izquierda primeramente y apoyándose en el brazo del mismo lado se incorporó hasta quedar plenamente sentada, miró con sus ensoñadores ojos a los hombres, quienes habían observado uno a uno sus suaves y sensuales movimientos.
Muy delicadamente se dirigió al pintor: “ Maestro puedo ya ver el cuadro?”
A lo cual éste le contestó: “Honor que me haría mi Señora”,
Levantándose del diván con paso lento pero seguro, afirmando así más aún su poder femenino sobre los mortales hombres, se dirigió al cuadro y observándolo muy de cerca y luego retirándose tal como había hecho el pintor. La dama con un mohín en su bello rostro anotó:
“No me parezco nada!”
Y efectivamente, la cara femenina de la pintura no guardaba parecido con su aún joven y bello rostro; la pintura mostraba una cabeza como supuesta en posición irreal de tal forma que no parecía pertenecer al cuerpo, los rasgos un tanto duros y alejados de su dulzura, parecían más los de una gitana que los de una dama de la corte…
Ante tan abrupto comentario, el maestro le respondió muy cortésmente:
“Me permito recordarle que su cuerpo es el pintado y será el inmortalizado en la posteridad, ya que su bello rostro tiene que quedar en el anonimato; no podemos presentar su real y total belleza tal como Dios la mandó al mundo, ya que la Santa Inquisición estará atenta. Los desnudos inician su aparición en el arte, sin embargo el Iglesia no los acepta. Recuerde que pasó con el David de Miguel Ángel, han pretendido tapar sus “vergüenzas” como las llaman ellos… Mal haría yo en exponerla a la picota pública.”
La dama siguió observando en silencio el cuadro y con un leve movimiento de su graciosa cabeza asintió a las palabras del artista. Sin embargo en el fondo de su corazón se sentía herida, quería ser reconocida como la pintada por el maestro Francisco de Goya y Lucientes y aunque tal vez por ser él español, le hubiese colocado la cara de gitana, seguía a disgusto.
Don Mariano del Mar y Olasaltas decidió terciar diciendo:
“es indiscutible el parecido, claro está que nuestra dama es muchísimo más bella en su rostro que el presentado por usted maestro.”
A la vez que inclinaba profundamente su torso, haciendo un arabesco invisible con su mano izquierda y balanceando el gran sombrero adornado con aquellas plumas de avestruz con gracia suprema, casi femenina pero con un toque de fuerza varonil en el fondo, como cuando se toma un fino coñac y en la base del sabor se encuentran esas notas fuertes de la madera donde fue añejado...
Ella le miró displicentemente, volviendo al diván y consumiendo una a una las uvas que no aparecerían nunca en el cuadro, quedó nuevamente absorta en sus pensamientos…
Tratando de animarla Don Mariano del Mar y Olasaltas le declamó:
“Bella dama, no se enmohíne usted,
su fino porte deje representar,
que su graciosa duquesa al arte va a encantar.
El maestro Goya será por siempre recordado,
como quien con tanta dedicación y certeza la ha encumbrado.
Jure usted por quien quiera,
que mis palabras
en la historia quedaran.
y su bella estampa allí reposará.
Sus brazos delicadamente blancos,
su juvenil talle
sus portentosas tetas,
y su encanto general,
serán inspiración tanto para pintores
como para poetas.
Regáleme la feliz opción de su sonrisa,
y todo el reino sonreirá.
Déjeme por favor demostrarle mi profundo amor,
y en todo el reino florecerán
rosas rojas todos los días del Señor.
Acepte esta sincera admiración,
y vea como crece la felicidad por todos los campos y villas de nuestra nación.
Perdone usted estos sencillos y cojos versos,
Y verá correr por las calles bellas poesías convertidas en canciones, acompañadas por laúdes y cítaras….”
Con el transcurrir de los años, todo sucedió tal como se vaticinó, en aquella fresca tarde de primara, cuando en el atelier del maestro Goya se firmara aquel famoso cuadro en presencia de Don Mariano del Mar y Olasaltas y de la bella modelo; hoy día conocido por la DOÑA MAJA DESNUDA.
Luego eso sí de correr muchas aventuras como la de ser secuestrado y retenido en el “cuarto de las imágenes espéjicas”, ser sometido a exámenes prolijos con rayos Z, Y y X, para verificar si debajo había otro cuadro…
Historias que algún otro día tendré el gusto de contar…

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