Verdadera riqueza
Un hombre muy rico le pidió a Sengai que le escribiese algo para la continuidad de la prosperidad de su familia, de manera que ésta pudiese manterner su fortuna de generación en generación.Sengai tomó una larga hoja de papel de arroz y escribió: "El padre muere, el hijo muere, el nieto muere".El hombre rico se indignó y ofendió: "¡Yo le pedí que escribiese algo para la felicidad de mi familia! ¿Por qué realizó una broma de este tipo?".Sengai explicó tranquilamente: "No pretendí hacer bromas. Sí antes de su muerte su hijo muriera, esto lo heriría inmensamente. Sí su nieto se fuera antes que su hijo, tanto usted como él estarían destruidos. Pero si su familia, de generación en generación, muere en el orden que le describí, ése sería el curso más natural de la vida. Yo llamo a eso verdadera riqueza".
viernes, 31 de octubre de 2008
jueves, 30 de octubre de 2008
Poesia

ARDIENTE AMANECER
Mirabas fijamente, a través del ventanal
acechando mi inocente intimidad.,
Luego al permitirte entrar,
embelesado observabas mi dulce dormir,
hasta que el fuego de tu mirada me despertaba.,
Ahora soy yo quien se solaza,
viendo tu cuerpo desnudo al amanecer en mi cama:
espalda ancha quemada por el sol,
nalgas perfectas, piernas firmes.
todo lo que me hace ansiar una vez mas
que te asomes a mi ardiente interior
y despertemos juntos a la ardorosa pasión,
que dará luz al nuevo día.
Mirabas fijamente, a través del ventanal
acechando mi inocente intimidad.,
Luego al permitirte entrar,
embelesado observabas mi dulce dormir,
hasta que el fuego de tu mirada me despertaba.,
Ahora soy yo quien se solaza,
viendo tu cuerpo desnudo al amanecer en mi cama:
espalda ancha quemada por el sol,
nalgas perfectas, piernas firmes.
todo lo que me hace ansiar una vez mas
que te asomes a mi ardiente interior
y despertemos juntos a la ardorosa pasión,
que dará luz al nuevo día.
cuento
SORTILEGIO
Gitanamora
L a oscuridad adelantándose a tus pasos va llenando todas las esquinas del puerto, llegas sigilosa, temerosa…Donde vas?
Los pocos ojos que pueden mirarte no lo hacen…Eres nadie para ellos, No eres de Puerto.
Pero…Aprietas el paso como si el tren te fuera a dejar. Más no te diriges a la estación., sigues de largo,
Avanzando por las calles estrechas desde donde se ve el malecón.
Asciendes penosamente, pero con un ánimo impresionante. Pareciera que la huyes a la oscuridad. Hasta que por fin te detienes
Choza de bahareque,
Piso de tierra,
Techo de paja.
Ya las estrellas están en el firmamento. La luna en creciente antecediendo la luz plena.
Por ahora es suficiente.
En el fogón de leña huele a café Así como tú, el aroma va llenando todas las esquinas de la pequeña chocita, bajando con esfuerzo hasta la estación del tren va luchando con la brisa en contra.
Pero como tú también logra llegar hasta donde quiere.
El recibimiento te desilusiona:”A esta hora no se pueden echar las cartas, como tampoco cuando llueve”
Pero…Yo…
Sin dejarte hablar, la pitonisa dice:” No, va más allá de lo que el Hombre desee. Es que no se puede… Te dirían falsedades y luego yo soy la culpable, porque las cosas todas te saldrían al revés. Mejor vuelve otro día, más temprano.”
Piensas: ¿Y si me quedo en el Hotel Viña del Mar o en el Estambul?, Madrugo mañana…
Pero como son últimos días de luna creciente de octubre, amanece lloviendo; sin embargo vas. Llegas nuevamente anhelante, luego de hacer el mismo camino y ahora con barro en los zapatos…
Y allí el mismo olor a café. Este nuevamente baja hasta la estación, ahora más fácil. No hay brisa en contra, pero las gotas de lluvia lo hacen oler a café aguado…
La augur la mira como con misericordia, es una joven bella y por lo visto muy desesperada.
Pero el recibimiento es el mismo: “Ni cuando llueve ni después de las seis de la tarde se deben leer las cartas, son engañosas”
Totalmente desencantada deshaces el camino…
Abajo te detienes…Ya no huele a café aguado. Ahora un olor a pescado frito llena el aire. Ya casi son las once…
Si tan solo me hubiera dejado decirle que en mis sueños todo sucedía tal como pasó: la noche estrellada, la subida a la choza, el café, el hotel, la lluvia, el barro, su negativa…
Tal vez se hubiera podido dar cuenta, sin leer las cartas que soy la hija que perdió hace tanto tiempo y tan solo quería decirle que también leía las cartas y que también sabía cuando no se podían leer.
Aquello en verdad no era cosa de leer cartas o de adivinar, era solo de sentir, sentir que tenia ante sí parte de su ser.
Gitanamora
L a oscuridad adelantándose a tus pasos va llenando todas las esquinas del puerto, llegas sigilosa, temerosa…Donde vas?
Los pocos ojos que pueden mirarte no lo hacen…Eres nadie para ellos, No eres de Puerto.
Pero…Aprietas el paso como si el tren te fuera a dejar. Más no te diriges a la estación., sigues de largo,
Avanzando por las calles estrechas desde donde se ve el malecón.
Asciendes penosamente, pero con un ánimo impresionante. Pareciera que la huyes a la oscuridad. Hasta que por fin te detienes
Choza de bahareque,
Piso de tierra,
Techo de paja.
Ya las estrellas están en el firmamento. La luna en creciente antecediendo la luz plena.
Por ahora es suficiente.
En el fogón de leña huele a café Así como tú, el aroma va llenando todas las esquinas de la pequeña chocita, bajando con esfuerzo hasta la estación del tren va luchando con la brisa en contra.
Pero como tú también logra llegar hasta donde quiere.
El recibimiento te desilusiona:”A esta hora no se pueden echar las cartas, como tampoco cuando llueve”
Pero…Yo…
Sin dejarte hablar, la pitonisa dice:” No, va más allá de lo que el Hombre desee. Es que no se puede… Te dirían falsedades y luego yo soy la culpable, porque las cosas todas te saldrían al revés. Mejor vuelve otro día, más temprano.”
Piensas: ¿Y si me quedo en el Hotel Viña del Mar o en el Estambul?, Madrugo mañana…
Pero como son últimos días de luna creciente de octubre, amanece lloviendo; sin embargo vas. Llegas nuevamente anhelante, luego de hacer el mismo camino y ahora con barro en los zapatos…
Y allí el mismo olor a café. Este nuevamente baja hasta la estación, ahora más fácil. No hay brisa en contra, pero las gotas de lluvia lo hacen oler a café aguado…
La augur la mira como con misericordia, es una joven bella y por lo visto muy desesperada.
Pero el recibimiento es el mismo: “Ni cuando llueve ni después de las seis de la tarde se deben leer las cartas, son engañosas”
Totalmente desencantada deshaces el camino…
Abajo te detienes…Ya no huele a café aguado. Ahora un olor a pescado frito llena el aire. Ya casi son las once…
Si tan solo me hubiera dejado decirle que en mis sueños todo sucedía tal como pasó: la noche estrellada, la subida a la choza, el café, el hotel, la lluvia, el barro, su negativa…
Tal vez se hubiera podido dar cuenta, sin leer las cartas que soy la hija que perdió hace tanto tiempo y tan solo quería decirle que también leía las cartas y que también sabía cuando no se podían leer.
Aquello en verdad no era cosa de leer cartas o de adivinar, era solo de sentir, sentir que tenia ante sí parte de su ser.
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